JOSÉ RAÚL PÉREZ :: FOTOGRAFITURA

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imago mortis:    
​de cuerpo presente    


Imago mortis: de cuerpo presente

La fotografía registra y transfoma. Estos términos, aparentemente antagónicos, están en su base, forman parte de su

naturaleza. El debate histórico en torno a este medio de expresión ha tendido a privilegiar uno u otro en función de las teorías a

la moda. Hoy, por supuesto, la balanza se carga del lado de la transformación debido a la vulgarización de las prácticas de

retoque de la fotografía digital.

 
Sin embargo, hace ya muchas décadas que los especialistas aceptan que la objetividad fotográfica no es posible. De hecho, en

​ocasiones, como en este proyecto, se presenta una paradoja: la máxima objetividad es capaz de producir el máximo

extrañamiento. Si aceptamos que el registro filtrado por el uso de códigos es una transformación, obtenemos como resultado

que la dicotomía desaparece. En ese punto la representación se vuelve, en palabras de autores como Virilio y Baudrillard, “más

real que la realidad misma”.

 
Los objetos representados aquí, forman parte de la colección del Museo de la Medicina Mexicana. Se trata de objetos

didácticos de los siglos 19 y 20, algunos de ellos parten del uso de huesos humanos a los que se adicionan elementos sintéticos

para lograr una representación que intenta ser lo más objetiva posible. En el caso más extremo, la búsqueda de realismo lleva

al uso de cuerpos humanos transformados, convertidos en objetos para hacer tolerable su utilización con un fin noble, para

hacer una contribución educativa en aras de la ciencia.

 
En este último caso, el proceso es inverso al descrito más arriba, esto es: el cuerpo, como objeto de estudio, tiene que hacerse

artificial –menos real que la realidad misma– para que su uso en el ámbito científico sea éticamente admisible .

 
El arte registra, pero, sobre todo, transforma. Imago mortis: de cuerpo presente introduce una vuelta de tuerca más en este juego

de representaciones: fotografías de registro, objetivas, son presentadas de manera que causan un extrañamiento respecto del

objeto original. El extrañamiento provoca la re-visión y, al repasar la imagen, el ojo encuentra cada vez nuevos detalles en los

​cuales detenerse.
​
 
Es el juego del caleidoscopio, que no para de girar.

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